sábado, 25 de diciembre de 2010



El significado de la navidad es compartir el amor de Dios con los demás.



Lo particular de esta conmemoración es que mientras que en otras religiones siempre son los humanos los que se acercan a los dioses por medio de rituales, magia, alineaciones astronómicas, etc., en este caso es Dios mismo quien se acerca a los humanos para salvarnos. Existen algunos casos en la mitología griega donde los semidioses convivieron con los humanos, pero con nosotros, resulta particularmente bello el hecho que Dios decidió hacerse de carne y hueso y nacer a este mundo para compartir nuestro sufrimiento y ofrecernos una enseñanza de vida basada en el amor.



En lo particular me conmueve profundamente lo humano que resulta esta historia. No soy padre ni tengo familia, pero nunca quisiera vivir lo que José tuvo que hacer al huir con su esposa embarazada y llevando solo algunas pertenecías en burro para escapar del genocidio de Herodes. He dormido muchas veces en la calle y muchas más en los pisos de las centrales de autobuses, pero esto ha sido hasta cierto punto por gusto, por experiencia. Pero cuando pienso en la situación que vivió José con su esposa ya con dolores de parto y teniendo que pedir posada de casa en casa para que su hijo no naciera en la calle me desgarra por dentro. Me parte el corazón que María al no tener más tuvo que poner a su hijo recién parido en un pesebre para que no pasara frio. ¡Imagínate lo horrible que ha de ser para una madre estar en la miseria más absoluta y tener que recostar a su bebé en un pesebre! ¡Imagínate que tu hijo tenga que nacer junto a los burros y las vacas porque no les puedes proveer más! Y lo más interesante de todo es que esta criatura que nación entre el estiércol, el rechazo, y el desamparo se convertiría en el maestro más trascendente que el mundo ha conocido; cambiándolo no con dinero ni con armas… sino con amor.



Cuando los pastores se acercaron a ver al niño recién nacido, tan pequeño e indefenso, lleno de moscos probablemente, pegajoso y sucio por el reciente nacimiento, se regocijaron como nunca en la vida al grado de hincarse al reconocer la belleza del mensaje. El mensaje era claro, este Dios no vino a vivir en los palacios de oro ni entre las sabanas de seda, ¡No! Este Dios vino a sufrir con nosotros, a predicar, y a compartir desde las necesidades más abyectas del humano su mensaje de amor.



Claro está que las necesidades del humano no se cubren con solo darles amor y hablarles de Dios. En mi experiencia es muy difícil hablarle de Dios a alguien con el estomago vacio o a alguien que tiembla de frio. Esas necesidades para sobrevivir físicamente tienen que ser cubiertas antes de compartirles el mensaje de Jesús. Lo físico hace que respires y que tu corazón lata; que sobrevivas físicamente. Lo espiritual nutre tu alma y hace que vibre tu corazón, haciendo que super-vivas espiritualmente. No es lo mismo respirar y exhalar en intervalos periódicos que realmente vivir.



Dicen que todos mueren pero pocos realmente viven, y estoy convencido que el mensaje de Jesús es enseñarnos a ser de los segundos. Y el ejemplo de la vida de Jesús nos demuestra que no se requiere nacer con riquezas ni con influencias. No es necesario tener mucho dinero ni mucha fuerza ni gran poder. Al contrario, la humildad resulta un factor determinante para la felicidad. Lo que este mal nacido, hijo de unos exiliados y rechazados de la sociedad nos vino a enseñar es que cuando vives amando, logras la plenitud. Y en ella eres capaz de lograrlo todo, y sin esfuerzo, porque te mueve la fuerza natural de la vida… el amor. Lo que este pobre y desdichado nos enseño es que no importa la riqueza económica, la que importa es la riqueza espiritual. Tenemos solo una vida la cual hay que vivir intensamente, sin miedos ni arrepentimientos. ¿A que le puedes temer si tienes a Dios en tu corazón? ¿De que te puedes arrepentir si hiciste todo con amor y entregándote total y desinteresadamente?



El nos vino a enseñar que no podemos cambiar el mundo durante nuestras vidas… pero ciertamente podemos convertirnos en un ejemplo para el mundo y trascender nuestras vidas. No existe mayor influencia que la del ejemplo, y eso es precisamente lo que Jesús vino a hacer, dejarnos un ejemplo.



Una de las más hermosas historias de la Biblia es cuando Jesús dice, “yo no he venido a que me sirvan, yo he venido a servir” (Mateo 20:28). Esa única frase ha sido más influyente en mi vida que años de escultismo, educación jesuita, y servicios. Aquí tenemos a Jesús, el hijo de Dios, soberano de toda la humanidad, y rey del cielo y la tierra, y él ha venido a servir. Y cuando cumplió la edad de convertirse en Rabino él no se dedico a servir a los ricos ni a la gente “bien”. Él se fue con los pobres, los leprosos, las prostitutas y los asesinos. Él fue con la gente que realmente estaba muy lejos de la palabra de Dios y les compartió el mensaje de vida que trae el amor. A través del servicio cambias a la gente y por consecuencia al mundo. Una buena acción con una sonrisa sincera hace más convencimiento que mil palabras. No puedes servir y cambiar a todo el mundo, pero a algunos si. Un paso a la vez, pero así se empiezan los maratones. Y lo mejor de todo es que cuando das un servicio te cambias a ti mismo, porque creces espiritualmente y eso te acerca más a Dios y a la felicidad.



No pretendo hacerme sacerdote, ni vender todo, dárselo a los pobres e irme de peregrino por el mundo. Lo que sí puedo hacer es compartir el mensaje de Jesús con ejemplos, y al trabajar por él me veré directamente beneficiado al encontrar la alegría del amor de Dios en mi corazón.



Ayer 24 de diciembre me junte con mi familia como es costumbre a comer, beber, y derrochar lo que por bendición tenemos. Mientras comíamos pronto escuche alguien a quien el pavo le pareció muy seco. Otros se quejaban que al Roast Beef le falto coser y otros que el espagueti estaba muy insípido. Cuando llego la hora de los regalos unos pronto se molestaron porque no recibieron el juego de Wii que querían y otros decepcionados por recibir “otro” sweater esta navidad. Toda la noche la pasamos en tal abundancia y derroche económico que creo nadie recordó que ese niño por quien se supone nos reunimos nació rechazado en un establo entre las pulgas y los olores de un establo. Mucha expectación por los regalos y creo que nadie recordó el gran regalo que nos hizo Dios al mandarnos a su hijo para que lo martirizáramos por nuestra salvación. Me hubiera gustado que alguien regalase algo donde la etiqueta dijera “este es mi regalo para ti de parte de Jesús”. Me cae que de no haber estado aburridos y no tener otra cosa mejor que hacer ni siquiera hubiéramos “Pedido Posada”. Es como si estuviéramos reunidos por Jesús pero nadie se acordase de él. Imagínate que es tu cumpleaños y todos están en la mesa con un gran banquete y un gran ambiente pero no hay una silla para ti. Es una fiesta para ti y hay mucha gente pero nadie sabe quién eres ni que tú eres el festejado… así se ha de sentir Jesús en navidad.



Durante la larga y falsa celebración de mi familia hubo un momento que no aguante, agarre una cobija vieja, un plato de comida, y me salí a buscar a un indigente que conozco. Se llama Juan Villanueva Chávez y vive en Miguel Alemán a la altura del monumento a la Madre. Siempre duerme en esa zona entre el Súper Colchones y la llantera porque como es ciego no puede llegar muy lejos. Salí para ayudarlo a él y creo que él fue el que me ayudo a mí. Cuando llegue con el plato de comida y la cobija me agradeció, se cubrió con la cobija y se puso a platicar conmigo. Pronto me di cuenta que él no tenía hambre física puesto que no estaba comiendo (al pareces a él también se le hizo seco el pavo), sino que tenía hambre espiritual, hambre de comunión. Lo que él quería era platicar con alguien, convivir. Entonces recordé que ese es el verdadero significado de la navidad. Jesús vino a convivir con nosotros para así predicarnos su mensaje de amor. El nació para ser nuestro cuate y nuestro ejemplo. Tantas cosas materiales y tanto derroche económico no es necesario, lo que es necesario es el tacto, la paciencia, y el amor. A quien le importa si tu abuelito ya te conto esa historia 20 veces, escúchalo y ríete cuando termine de contarlo. Si la comida no es perfecta o el regalo no es el esperado recuerda que no te juntaste por eso... te juntaste por el convivio producto del amor en tu familia. Y la abundancia realmente no es necesaria, hay mucha gente que no tiene lo que tú tienes y me parece un insulto desperdiciar algo que otros necesitan. Hay que vivir simple para que otros simplemente puedan vivir. El mensaje de Jesús está en salir y compartir eso poquito que tienes… aunque sea muy poquito, con los demás. Ese es el amor del mensaje de Jesús. El mensaje esta en ayudar a tu prójimo aun cuando nadie se cuenta de ello… en servir por amor, no porque todo mundo sepa que sirves. El mensaje de Jesús esta en el amor con el que decides vivir día a día siendo un ejemplo para todos a tu alrededor.



Ese es el mensaje de Jesús… el amor al prójimo… y esa es la razón por la que el vino al mundo… para servir. Si mantenemos esto un poquito más presente en nuestro día a día estoy seguro que podremos generar un cambio positivo que trascienda y cambie al mundo.



Tenemos muchos motivos por los cuales estar contentos. Después de todo Jesús nació para salvarnos y eso me parece genial. Tenemos la enseñanza de su ejemplo y la alegría de su mensaje y solo nosotros podemos decidir seguirle. Deseo el amor de Jesús ilumine tu corazón y que saque lo mejor que guardas dentro de ti… tu felicidad. ¡Feliz Navidad!

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